17 febrero 2008

Editorial


Meretrices dedica este número trece, un poco a manera de edición especial, a dos pilares fundamentales de la vida cultural y promoción de las bellas artes en la ribera de Chapala: Zaida Cristina Reynoso y Conrado Contreras, fundadores del Colectivo Cultural El Quijote. Decir que la escena cultural actual de este rincón del país se debe, directa o indirectamente al trabajo que han realizado en estos últimos 33 años, sería una subestimación monumental.
En el transcurso de este oficio me he encontrado en innumerables ocasiones con mil y un intentos de definir lo que es la cultura, para qué sirve, cuáles son sus objetivos y finalidades. Y casi siempre (desde luego, no todas las veces) se llega a una conclusión satisfactoria. Sin embargo, hay una pregunta que cuesta aún más trabajo explicar: ¿qué lleva a una persona a dedicar su vida a las artes con tanto ahínco, arriesgándolo todo, incluso su propio patrimonio e integridad? No se sabe. La más acertada aproximación la hizo Chesterton hace ya un siglo cuando le formulan la misma pregunta y responde: “el amor, el amor exacerbado por uno mismo y la humanidad”.
Y ese amor incondicional, que se encuentra por encima de todas las nimiedades personales, de todos los conflictos egocéntricos, de todos los afanes protagonistas, induce, indudablemente, a buscar mejorar la calidad de vida de la gente que nos rodea a través del único medio que es capaz de llevar a la reflexión y tornarnos individuales e indivisibles: las bellas artes.
Zaida Cristina y Conrado han tenido ese amor durante más de tres décadas, es indudable. Miles de cosas han pasado que involucran a mucha gente en ese tiempo, pero el común denominador es y ha sido siempre el afán de difundir el arte, de acercarlo a la gente, de humanizarnos con su contacto sin esperar nada a cambio. Han educado, han enseñado con la palabra y el ejemplo, han hecho teatro, talleres, exposiciones, eventos de difusión, encuentros, y lo más importante, han hecho amistades e incluso una familia cultural que supera el centenar de miembros hoy esparcidos en todos los recovecos de la nación.
Meretrices quiere rendir un minúsculo tributo a esta trayectoria. Tributo pequeño pero nuestra manera de honrar lo que consideramos más que merecido. Publicaremos la primera entrevista jamás hecha a Zaida y Conrado juntos, una extensa charla de más de dos horas donde descubrimos su historia, su visión actual de nuestra cultura y sus expectativas para el futuro de la ribera de Chapala. Y por única ocasión la publicaremos con la extensión real pues creemos que todo en ella no dejará de ser interesante para nuestros asiduos y los que hoy cruzan por vez primera con Meretrices.
He aquí, pues, el encuentro de la Meretriz de la ribera con Don Quijote, el de la mancha lacustre jalisciense.
reside

LA FIESTA DEL FUEGO NUEVO



Es bien sabido que para nuestra cultura indígena la creación de fábulas, mitos y leyendas era la forma más pura de transmitir o guardar parte de sus tradiciones. Nuestros abuelos conservaron la historia gracias a la tradición oral, que con el paso de las generaciones fue tornándose en leyendas que aún conservamos por su valor.
Cuentan que para los antiguos pobladores del país, la fiesta anual del fuego era de vital significado, revestía caracteres trascendentales, nada se le igualaba en importancia. Esta fiesta cíclica, también llamada secular por razón de los siglos que se celebró, se llevaba a cabo cada 52 años, a este período los astrónomos mexicanos llamaban xiuhmolpilli, palabra que significa “Atadura de hierbas” o “Atadura de años”; pues cada hierba simbolizaba un año.
Los antiguos mexicanos además de ser politeístas eran muy supersticiosos, entre otras cosas creían que después del Quinto Sol (ya describí con anterioridad los Cuatro Soles) el mundo se había de acabar al finalizar un ciclo; pero no sabían en cuál; de allí la inquietud en que vivían cuando un ciclo estaba para morir. “¿Se acabará el mundo o no se acabará?” Era la pregunta que todos se hacían con ansiedad. ¿Y cómo podía saberse? Haciendo el fuego a la manera antigua, en la última noche del ciclo. Si se lograba hacer, se podía tener la certeza de tranquilidad relativa por otros cincuenta y dos años; en caso contrario, con toda seguridad el Sol y el Mundo perecería sin remedio, como lo dictaba la profecía.
He aquí la importancia de la fiesta cíclica o secular para nuestros antepasados.
Cuando estaba próximo el fin del ciclo, los mexicanos se preparaban para la fiesta de un modo muy peculiar: inutilizaban desechando todo cuanto tenían: ropas, muebles, trastos, herramientas y utensilios. Hasta los dioses o ídolos eran arrojados al agua o despedazados sin importar que fueran figuras sagradas. Pero al mismo tiempo se dedicaban a tener todo nuevo.
La última noche del ciclo era una noche de gran ansiedad. Nadie dormía durante ella. El fuego se apagaba en todas partes dejando todo en la oscuridad más densa que se pueda imaginar. Desde el anochecer los sacerdotes de México, que eran numerosísimos, se vestían con las insignias de todos los dioses, para representarlos con dignidad. Y luego marchaban organizados en procesión silenciosamente caminando hacia las afueras de la ciudad.
Bastante cerca de la ciudad de México y hacia el sur existe un cerrito aparenta tener en la punta el pico retorcido. Hoy se le conoce con el nombre de cerro de Ixtapalapa o cerro de la Estrella, y se puede distinguir perfectamente desde la Ciudad de México. Pues bien, la procesión de sacerdotes y emisores caminaba hacia ese cerro, muy lentamente, pues el objetivo era llegar a la cumbre del cerrito como por ahí de la media noche.
La ciudad se despoblaba, pues los habitantes marchaban también para colocarse al pie de la pequeña eminencia, como pacientes observadores. Los de los pueblos cercanos se subían a las montañas o a los lugares altos, y desde allá fijaban ansiosos e insistentes la vista en dirección al Cerro de la Estrella, en el punto donde habría de aparecer la llama sagrada.
En la cima del cerro esperaba un templo, a él llegaban los sacerdotes. Salvo la luz de las estrellas que podían verse en el cielo, la oscuridad más profunda reinaba esa tierra. Era aquella una noche de inseguridades, pavor e incertidumbre, en que todos temblaban, desde el niño hasta el viejo, pues no sabían si el día amanecería y saldría el sol.
En medio de aquella impaciencia, los sacerdotes esperaban a que las cabrillas estuvieran en la mitad del cielo.
Comenzaba entonces la ceremonia. Tomaban a un prisionero de guerra y lo tendían de espaldas en la piedra de los sacrificios. Le abrían el pecho con una daga y le sacaban el corazón aún tibio. Consumado el sacrificio, no quitaban el cuerpo de la piedra, sino que en ella lo dejaban tendido, y sobre el pecho abierto, encima de la herida sangrante, ponían los útiles necesarios para producir el fuego, es decir, el Mamalhuaztli.
Uno de los sacerdotes tomaba el palo cilíndrico y duro, y aplicándolo en el hoyo del madero plano lo hacía girar con fuerza. Todos los allí presentes estaban en la mayor zozobra. Los de abajo esperaban intranquilos. Los de las montañas nada veían: eran los más inquietos.
Aquel era el momento decisivo. ¿Brotaría la llama?
El sacerdote, cubierto de sudor trabajaba, trabajaba, no dejaba de trabajar. Y entonces…
¡Por fin brotaba la llama! Un grito de júbilo se alzaba entre los presentes. Repetido el grito en todas direcciones, se propagaba por la llanura hasta llegar a las montañas. Ardía el madero blando y con él se encendía una inmensa hoguera encima del cerro. En ella arrojaban el cuerpo y el corazón de la victima para que se consumiera. Luego que los de los pueblos y montañas veían brillar en la oscuridad de la noche la llama apetecida, prorrumpían en alaridos de gozo y felicidad, y entonces se sacrificaban sacándose sangre de las orejas, con espinas para después arrojarla desde lejos hacía la distante hoguera.
De todos los pueblos y provincias habían ido emisarios a Ixtapalapa con el exclusivo fin de recibir el fuego nuevo. Era como si fuera un fuego bendito. Aquellos emisarios eran muy buenos corredores y se habían distribuido sabiamente de distancia en distancia, como postas. Luego que los sacerdotes les entregaban una como antorcha de ocote ardiendo, bajaban a la carrera por la falda del cerro sin dejar que la llama se apagara o se desvaneciera; y relevados en las postas por nuevos corredores, el fuego pasaba de mano en mano hasta llegar en breve tiempo al reino de su destino, donde era depositado en el templo mayor.
¡Qué hermoso y sugestivo aspecto debía de presentar el cerro a media noche! Se podía ver a los numerosos emisarios bajar corriendo por la falda con sus antorchas luminosas alzadas en las manos. Emisarios especiales llevaban el fuego a la ciudad de México, y encendían con él, en un gran candelero de cal y canto, una grande hoguera en el templo de Huitzilopochtli. De allí el fuego se propagaba a los demás templos y habitaciones de los sacerdotes en el reino de la capital.
Los habitantes comunes de la ciudad acudían a los templos por el fuego nuevo y lo llevaban a su casa, encendiendo en el patio una lumbrada, en la cual sacrificaban codornices arrancándoles la cabeza.
Era entonces la hora del regocijo general. La fiesta se escuchaba en todos los hogares, ya poseían el fuego y tenían asegurada la vida para otros cincuenta y dos años más. Como habían inutilizado todo, desde los trastos de la cocina hasta los muebles, ahora todo lo reponían con objetos nuevos. Todos amanecían estrenados. Y todos comían panecillos de alergia o tzoali, que se hacía de alegría (amaranto), maíz y miel.
Y era así como se renovaban los votos de nuestros ancestros, reafirmando la idea prehispánica de la vida que se va dando en ciclos.

Ixtlayolotzin






DE UN SER A OTRO SER, SIMPLEMENTE SERES.

–Son varias veces las que nos hemos encontrado aquí desde que tu voz ahuyentó las aves, razón por la cuál nos tuvimos que retirar.
–Mi voz no podía seguir acariciando el viento, ellas eran testigo de mis presagios.
–¿Y qué hay de mi presencia?, ¿Qué acaso no pude yo atestiguar tus voces? Esto me demuestra cuán más consideras valiosa la silente figura de una paloma que mi ser en sí.
–Y dime, ¿desde cuándo un ser juicioso puede atestiguar? ¿Desde cuando se puede arriesgar la verdad a caer en manos del horroroso criterio?
–¿Qué puedo darte para que me confíes tu secreto? Sé que lo que me dices no son preguntas sino afirmaciones. En realidad me has cuestionado y no sé la respuesta, si la verdad se arriesga dime cómo y para qué.
–Sé que en realidad quieres saber, para eso, tendrás que susurrarme al oído tus cinco últimos sueños, los verdaderos, los que te amedrentan, los que se repiten, los que te hacen saber que eres tú. ¿O crees que la verdad se sumerge en una vida tan idiota y desolada como la tuya? Ella siempre ha necesitado un jugo, por lo menos un caldo de pollo con un poco de especias de las cuales tomar sabor, la verdad también tiene alma de asesino, necesita una mezcla, me refiero a cuando todo es homogéneo.
–Sabes que lo homogéneo no es claro, mucho menos conciso.
–Aquí lo que importa es lo interesante, ¿quién no se asombra cuando va al baño y descubre que sus heces quieren hablarle? tú sabes, aquellas veces que parecen cobrar vida, ¿acaso no es este tu primer sueño? Ahora dime, ¿qué hiciste para que no te comiera el cerotote? Oh, aquella gran masa de bordes imprecisos, ¿todavía sientes su textura agarrotada a tu cuerpo? Y qué pasa cuando te susurra al oído con voz grotesca que la quieras, que la ames, ¿y te sientes culpable por no poder hacerlo cuando ella ha sido tan buena contigo al regalarte uno de los grandes orgasmos de la vida? Como vez vivimos de lo homogéneo, vivimos en lo homogéneo y tú eres homogeneidad.
–¿Por qué no callas tu sucia boca? Ya volviste a espantar a las aves.
–No las he espantado, allí están, en ti, ¿no es acaso ese tu segundo sueño? Ahora bien, ¿qué hicieron los artesanos y los canarios cuando les dijiste que pararan?, ¿Siguieron cantando y clavando sus tonos pulidos en tu mente desesperada? Jajaja, y recordar que esos pillos alababan al señor con sus dulces melodías, al momento que tú gritabas por los golpes aplicados sobre tu corrugada espalda. ¿Ahora me ves a mí como de la familia de esas avecillas? He aquí el momento donde denoto con burla tu locura, y además me mofo de mi crueldad. ¿Por qué no sigues ordenando que calle? Ah ya sé, te acuerdas que quieres mi secreto, la conveniencia siempre reprime a los tormentos, ¿será que ella es aún más tormentosa que los mismos tormentos? Abría que preguntarle a estos pequeños amigos, ¿no lo crees? Te has convertido en un seguidor de nuestro querido Masoch, y yo en tu herramienta, siempre en los sueños nos hemos soportado, en la vida también pero tontamente. Las aves son bellas amigo, no las hagas parecer malas, ¡tonto! ¿Cuántas veces en tu vida has podido hablar con una de ellas? Hablan, sonríen, y con destellos sardónicos pareces agradarles, pero tus hipocresías no te dejan ser más obvio, ¿te has visto en un espejo? Ni siquiera las aves te complacen en hacerte idóneo, te has manchado con tu falsa realidad, y ellas, las aves, te cubren con sus plumas para que el mundo no te observe, hasta eso, vaya, son compasivas, pero recuerda que son tus aves, no siempre van a estar allí para observarte, por que como todo ser vivo mueren, y eso se da con el tiempo.
–Aún así, no te creo, me engañas, pero por qué espero oír tu verdad si sé que en ella llevas engaño, Dios mío, este hombre es tan aberrante pero encierra tantas verdades, ¿Desde cuándo el enfermo acerca a los demás a la realidad? ¿Cómo podré huir de esas cruentas palabras que hieren mi ser? ¿Cómo podré olvidar que aunque me duelan no hay manera de ahogarlas? Y tú, villancico de terror, dime qué más piensas, animal desconocido, especie indeseada, monstruo mental de lengua en llamas.
–Jajaja, tan lindo como te he conocido, ¿pero sabes qué me mantiene hablando? Como sabes no hay manera de perder el tiempo contigo, siempre la diversión es el tiempo mejor empleado, y tú eres la mía. Siempre desde que conozco tu tercer sueño. Y dime, ¿por qué me has soñado, adentrando mi propia razón de ser en tu vida? Donde al parecer somos un tanto iguales y ni siquiera nuestra amiga la intimidad respeta lugares ni prestigios, en caso de no ser uno sólo tú y yo aunque seamos distintos uno del otro no podríamos compartir tantas cosas, ¿no crees?
–¿Sí? ¿Y qué mas?
–No trates de ignorarme, sabes que mi voz te seguirá toda la vida con sonido de carreta vieja, aunque en tu tercer sueño hayas visto como te deshacías de mí, esa fue la pesadilla, dime cómo era desesperante cuando apenas me perdías y yo regresaba para contarte mis desventuras, y cuando te decía que las monjas que vivían a la vuelta del callejón le ponían bien duro y tu llorabas por oír tales obscenidades de ti mismo, bueno de mí. En realidad no te culpo, yo llego con quien quiero cuando quiero con mis frases escabrosas y revolucionarias, jeje.
–Cuando te conocí pensé que podíamos ser amigos ahora me doy cuanta de que no, ya vete, ya no te quiero oír, ya no, ya no, déjame, te odio, ya, haaaaaaaaaaaaaa, jejeje, jajaja, haaaaaaaa.
–Aún no termino, amigo, hey, pon atención, mírame, jeje, mírame, me faltan dos sueños. Que te parece el cuarto, ¿te acuerdas? Fue cuando me preguntaste el significado de todo esto, tu sabes, los sueños, yo, el conteo, y fue cuando te respondí que no había, simplemente la tortura, ese es el verdadero significado de muchas de las acciones del ser humano, y son disfrazadas con rituales y significados superfluos, como por ejemplo ¿cuál fue el significado de la navidad para ti en tu niñez? Ninguno, sólo la tortura, apoco no ponía tu padre el árbol sólo para estarte recordando desde un mes antes que no iba a haber regalos, ¿ves? Así yo cuento los sueños y te recuerdo que los sé sin ser tú y sin que me los cuentes sólo para torturarte. Y ahora bienvenido al quinto sueño, el más prolongado, el más cruel, lo llamaría el golpe final, donde ni las heces homogéneas con porte carnívoro, ni las aves atolondradas con tu llanto te rescataran. Ahora no te podrás rehacer de mí como en el tercer sueño, ni como en el cuarto te daré explicaciones, ahora simplemente me divertiré demasiado y me iré de tu vida para siempre.
–Por favor ya déjame.
–Sí, diría que el significado de tus suplicas se remontan a la niñez, tal vez hubieras deseado suplicar por tantas cosas que hasta hoy estas deseoso de hacerlo, pero vamos, desahogate conmigo, de todos modos esto no parará.
Esos ojos con salientes caídas y el pelo que portas te hace ser tu madre, sólo te faltó ser prostituto para semejarte un poco más. A propósito ¿todavía recuerdas que la asesinaste, verdad? El cuchillo de cocina reflejaba la poca luz rebotable a esas horas de la noche, tres centímetros de ancho y mango de fibra de vidrio, fue incrustado diez centímetros lastimando órganos vitales, acompañado de un suplicante gemido, el cual susurraba, “hijo, hijo, hi…”, la corte fue generosa.
–Nooooooooooooo.
–Sí, ¿cuánto más podrás soportar el tormento mi querido colega? yo también soy asesino. ¿Por qué no terminas con esto, de una vez? El mundo estaría agradecido contigo por primera vez, ¿no es eso lo que deseas? ¿No es la liberación de tus más íntimos deseos, lo que esperas que se cumpla con ansiedad? Así como dios se manifestó en la epifanía a través de tres bestias acorazadas con reyes creyentes de Zoroastro, yo vengo como la luz ha iluminar tus aguas, donde todas tus penas serán colmadas, no con aguas del mundo, sino con las que destilan los cuerpos muertos después de la podredumbre, por que eso es lo que mereces. Tres veces son las que te hablo para culminar, conoces el ser y conoces el secreto, te preguntas si todos son acompañados por su una cruel auto Némesis, sabes que no te librarás hasta en realidad librarte, y ese es el quinto sueño, donde tus masas y fluidos se mezclan para darte el sabor de la muerte, donde las ventanas cada vez más anchas y largas se atreven a engañarte con el escape de tus más horribles recuerdos, donde hubieras deseado ser otro y no tú, finalmente donde me creaste, pero sucumbimos al mismo tiempo y en el mismo lugar, y con estas palabras y un eco peor que el que producen las cigarras después de diecisiete años de espera, me retiro, claro junto contigo.
NARRADOR: Pasan diecisiete largas horas hasta que los encargados de la garita infiltrada de locura, es penetrada por el psiquiatra y sus ayudantes para descubrir el cuerpo sin señal alguna de suicidio, el cuerpo es recogido, y en la ventana por sobre tres metros del piso, entra un rayo del luz que refleja la imagen de lo homogéneo, los sonidos del mundo y de las aves, nuestro otro yo y los tormentos auto infligidos por la falta de convicción. He aquí donde yergue la locura humana, he aquí donde yergo yo y tu mi amado lector.

Miguel Orozco Rico



“El Tigre”, “Una Pequeña Niña Perdida” Y “El País De Los Sueños”
del oscuro William Blake.


Songs of Experience, quizá la más controvertida colección de poemas de William Blake (Londres, Inglaterra 1757-1827) fue publicado en 1794, formando la segunda parte del trabajo del poeta titulado “Songs of Innocence and of Experience” que pretendía reflejar, a través de la lírica, dos lados opuestos en la visión que tenía Blake del ser humano.
En él, se encuentran dos poemas que delataban la continua ruta que el inglés tenía trazada hacia el infierno. Pero no cualquier tipo de infierno, sino uno místico que es llevado en el interior de todos los hombres y que, al final de su obra, dio a entender que no era otro sino nuestro desconocimiento a los motivos y causas de Dios.
The Tyger (junto a The Lamb el poema más conocido del autor) y The Little Girl Lost son dos cantos reclamos al creador. El primero, indicado como una serie de preguntas directas al animal, en las que protesta el porqué Dios creó al tigre como una especie de agente de mal. Y así, al tigre simboliza a todo el mal y su coexistencia con las cosas bondadosas que el supremo nos otorgó.
The Little Girl Lost utiliza la alusión del amor y su pérdida constante frente a los vicios del hombre organizado en sociedad, comúnmente llamados valores morales. El Amor, alimento tan simple, es expuesto por Blake como un pecado capital para el padre de la incipiente amante.
El tercer poema elegido, The Land of Dreams, aparece en The Pickering Manuscript, y es, a su vez, la oferta que resulta de la mente de William Blake, la esperanza a los obstáculos y los errores que había descubierto en su religiosidad prematura.


EL TIGRE
.
.
¡Tigre! ¡Tigre! luz llameante
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué distantes abismos, en qué cielos,
Ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse? ¿Y que mano
Osó tomar ese fuego?
¿Y que hombro y qué arte,
Torció fibras de tu pecho?
Y al comenzar a latir tu corazón
¿Qué mano terrible o pie?
Cuando los astros lanzaron sus venablos,
Y cubrieron sús lágrimas los cielos,
¿Sonrió al contemplar su obra?
¿Aquel que te creó, creó al Cordero?
¡Tigre! ¡Tigre! luz llameante
En los bosques de la noche,
¿Qué ojo o mano inmortal
Osó idear tu terrible simetría?
.
.
UNA PEQUEÑA NIÑA PERDIDA
.
.
Niños de una edad futura,
Al leer esta página indignada,
Sabed que en un tiempo pasado,
¡Al Amor, al dulce Amor, se le creyó un crimen!
En la Edad del Oro


Libres del frío del invierno,
Joven y doncella, brillantesa la luz sagrada,
Se deleitan desnudos bajo los rayos del sol.
Una vez, una joven pareja,
Llena de tierno cuidado,
Se encontró en jardín claro
Del que la sagrada luz
Recién había quitado las cortinas de la noche.

Allí, en el día naciente,
Sobre el pasto jugaron;
Los padres estaban lejos,
Los extraños no se acercaban,
Y la doncella pronto olvidó su temor.

Cansados con los dulces besos,
Acordaron reunirse
Cuando el silencioso sueño
Se mece en las profundidades del cielo,
Y los cansados viajeros lloran.

A su padre de blancas sienes
Volvió la clara doncella;
Pero él con su mirada amante,
Como el libro santo,
Estremeció sus delicados miembros con terror.

'¡Ona! ¡pálida y débil!
Habla a tu padre:
¡Oh! el miedo tembloroso
¡Oh! ¡la triste inquietud
Que agita las flores de mi cabello cano!
.
.
EL PAIS DE LOS SUEÑOS
.
.
¡Despierta, despierta, mi pequeño!
Tú eras la única alegría de tu madre;
¿Por qué lloras en tu sueño tranquilo?
¡Despierta! Tu padre te protege.

'Oh, ¿que tierra es la Tierra de los Sueños?
¿Cuáles son sus montañas, y cuáles sus ríos?
¡Oh padre! Allí vi a mi madre,
Entre los lirios junto a las bellas aguas.

'Entre los corderos, vestida de blanco,
Caminaba con su Thomas en dulce deleite.
Lloré de alegría, como una paloma me lamento;
¡Oh! ¿Cuándo volveré allí?

Querido hijo, también yo junto a ríos placenteros
He caminado la noche entera en la Tierra de los Sueños;
Pero por serenas y cálidas que fuesen las anchas aguas,
No pude llegar hasta la otra orilla.

'¡Padre, oh padre! ¿Qué hacemos aquí
En esta tierra de incredulidad y temor?
La Tierra de los Sueños es mucho mejor, allá lejos,
Por sobre la luz del lucero del alba

Javier Manuel Urrieta

Sendero

Un largo y estrecho camino me lleva al centro de la noche que me recibe en sus brazos. Extraña en un mundo que ya conozco, voy caminando sin sentirlo, con pasos ligeros, como si flotara. Veo rostros sonrientes, cansados, iracundos, tristes, cruzando como ráfagas. Ninguno parece reparar en mi presencia.
Con una meta fija y en busca de un tiempo preciso, recorro las calles y llego a donde tú estás, impulsada por una fuerza interior, como si alguien o algo me llevara de la mano.
Y estás ahí… con la luna pegada a tu cara y tu boca dibujando esa media sonrisa que aún reposa en mis recuerdos. Por el leve movimiento de tus párpados, sé que me presientes. Nuestros pensamientos se enlazan, envolviéndonos en una comunicación silente, íntima.
Sigues sin moverte, pero siento tu abrazo entibiando el ambiente y el amor de tantos años se concentra en ese instante en el que el tiempo se suspende y no existe el espacio.
Tu imagen se va borrando de mis ojos. Las primeras luces del alba rompen la noche y me llevan al camino de regreso. Por donde enmudecen voces y sonidos busco mi morada, que apenas alcanzo a distinguir entre la fila de blancos monumentos.

Rebeca Cota

“Lo que la inundación se llevó”

Cuando yo era chamaco, seguido soñaba que andaba en una fuente mojándome o nadando en el río muy a gusto, y cuando despertaba ya me había orinado. Algo así me pasó el otro día, estaba soñando que navegaba en el mar cuando de pronto los gritos de mi mujer me despertaron. Lo primero que hice fue asegurarme que no me había orinado, después me di cuenta que estábamos inundados y el agua ya había alcanzado nuestra cama. De un salto (que más bien fue clavado) me salí de la cama y entre mi desesperación y mi sorpresa me pregunté ¿Qué rescato, a mi mujer o a la tele? Y pos, ganó la tele.
Mis hijos ya estaban en la sala, o lo que quedaba de ella, y cada quien traía sus “cosas de valor”. Mi hijo, el mayor, no soltaba sus audífonos y sus discos; mi hija, la de diez y seis, nomás salvó sus revistas de los mentados “Uffs”; y la más chiquita, como es bien lista, pos traía su cochinito, ya más lleno de agua que de dinero.
Luego, como pudimos, nos salimos y en la calle estaba peor el asunto, así que nos subimos en la camioneta que ya empezaba a flotar y nos fuimos a la casa de mi compadre Juan. En el camino por poco la corriente nos arrastra y casi nos atoramos en una alcantarilla. Por fortuna llegamos sanos, pero bien mojados, a la casa de mi compadre y allí pasamos la noche.
Al día siguiente ya el chisme estaba en pleno apogeo; unos decían que el río se había salido de cauce, otros opinaban que una tromba había provocado la inundación; hasta dijeron que una presa se había desbordado. Mi mujer nomás decía que la inundación era un castigo de Dios. Mis hijos, al igual que otros niños, estaban felices porque no iban a ir a la escuela, se me hace que hasta deseaban que la corriente se haiga llevado las escuelas. Mi compadre no fue a trabajar, porque aunque no resultó damnificado, pos tenía que aprovechar el pretexto, como dijo: “No todos los días amanece inundado”. Pero esa semana y la siguiente, casi diario amanecía inundado, si no era una colonia, era otra, como si nomás se anduvieran pasando el agua de un lado pa otro.
Después de una semana de estar de arrimados en casa del compadre, mi mujer quería que mejor nos fuéramos a un albergue, mientras nos dejaban regresar a la casa, pues según ella, la comadre ya empezaba a hacerle malas caras y como todos sabemos “el muerto y el arrimado…” Ya en el albergue, mi vieja y mis hijos se quejaban de todo, que si la comida, que si los baños, que las viejas fodongas y no sé qué, y yo sin saber qué hacer, nomás les decía:
–Ustedes nomás imagínensen que están en Cuba, pos dicen que allá todos comen lo mismo, tienen lo mismo y hasta sueñan lo mismo.
Pero la verdá yo ya estaba bien harto también, pos el albergue era como estar en mi casa, nomás que con treinta viejas iguales o peores que la mía, y cien chiquillos corriendo por todos lados, y yo sin poderles poner unos buenos carambazos.
Pasaron las semanas y lo peor estaba por venir, porque cuando por fin pudimos regresar a nuestra casa, nos encontramos con que no teníamos ni qué comer, ni dónde dormir, todo lo había arruinado la inundación. Mis parcelas se pudrieron toditas y no me quedó más que buscar trabajo por otro lado, pero pasaban los días y el hambre arreciaba en mi casa y yo sin encontrar chamba. Seguí buscando trabajo pero en todos los lugares me decían:
–Es que la inundación se llevó los cultivos, es que la inundación no sé qué…
La desesperación se me fue metiendo en la cabeza, ya no sabía qué hacer, ni a quién acudir; por eso se me ocurrió irme pal Norte, pos de “mojado” ya tenía mucha experiencia y no me iba a costar trabajo cruzarme para los Estados Unidos. Así que llegué a la casa y le dije a mi vieja:
–Mira mujer, aquí la cosa está de la fregada, no hay trabajo, no hay comida, no hay nada, y todo por culpa de la inundación. Mi mujer, con cara de resignación y ojos de esperanza nomás me preguntó:
–¿Y qué les voy a decir a tus hijos y a la gente? Van a pensar que nos abandonaste de buenas a primeras…
–No seas sonsa vieja, nomás diles: Es que la inundación también se llevó a mi marido.
Karol Villaseñor
*
Un Ramillete de Pensamientos

Hoy me salió al paso Chencha, con su cara redonda, ojos brillantes y su gusto por charlar con los transeúntes que pasamos frente a su puesto de flores, y con su voz cantarina me dijo:
–Buenos días, niña Margarita, ¿No me merca unas flores? Afigúrese, hoy no he vendido nada. Ya no es como en denantes, cuando la vida de las mujeres y de las flores caminaban retejuntitas.
Al nacer una niña, los papases le regalaban claveles a las mamases, y cuando las niñas ya estaban macicitas, llevaban gladiolos a la virgencita.
Las quinceañeras apretaban en sus manos un ramito de lilas. ¡Y lo chulo que era divisar en las serenatas que los jóvenes les dieran gardenias a las muchachas!
Las novias tenían siempre rosas en su mesa y en su boda se prendían azahares. A las más catrinas les mandaban orquídeas en unas cajitas rete elegantes.
Las madrecitas recibían violetas pa su santo y las abuelitas sembraban azucenas. Y al final, los crisantemos acompañaban a las difuntitas.
Quise preguntarle algo a Chencha, pero su gran sonrisa y el ramillete de pensamientos multicolores que me ofrecía, me lo dijo todo.

Nylia Boullosa

SONETO

Inmersa estoy en amoroso juego,
asechando tu voz idolatrada,
atisbando la luz de tu mirada,
destilando ansiedades y deseos.


Buscándote, las horas me desvelo,
al hallarte, me contengo emocionada,
me vuelvo y no acierto a hacer ya nada
y en buscarte de nuevo me recreo.


Con cada encuentro mayor es tu conquista;
más, mi torpeza me vence y me desarma;
más, tu presencia me abruma y me domina;


y en esa lucha sin tregua y sin calma,
del vano encuentro y de la falsa huida,
es mi memoria la única que gana.


*

S I M B I O S I S

Porque tus dedos rompen
las hebras de mi sueño
y tus hombros comparten
el fardo que fatiga,
porque en mi lengua habita
el sabor de tu saliva;

para ti sigo horneando
el pan de cada día.

Porque has sembrado plata
en mis sienes marchitas
y has cosechado rosas
para aliviar mis cuitas;
porque sé de memoria
los surcos de tu frente
y esperamos a Orión
juntos cada noviembre,

por eso no eres tú,
ni soy yo,
somos uno
y en nuestro abrazo cabe
la infinidad del mundo.

Porque es tu voz el eco
del rezo cotidiano
y tu mirar sendero
seguro de tu mano,
porque ya no hay pasado
que tu nombre no lleve,
y coloreo el futuro
sobre tu trazo breve;

por eso no eres tú,
ni soy yo,
somos uno
y en nuestro abrazo cabe
la infinidad del mundo.

*
EN LA MAÑANA

Chapala se despierta mañanera
al levantarse el sol tras la montaña
y después de una noche de tormenta
la atmósfera se limpia y aligera.

Empapados jazmines se encaraman
por los altivos muros de la calle
donde con majestad solemne barre
parsimoniosamente nuestra abuela;
regresan de maitines las beatas enlutadas,
corren los chiquillos a la escuela
y el pescador, con la cesta rebosada,
saluda al eterno ebrio del barrio
que en el puente cabeceando se asolea.

Mientras que el sol se eleva a medio cielo
donde las torres dispares se dibujan,
la luz todo lo inunda, lo devora
y un calor sofocante nos abruma.
Zaida Cristina Reynoso