15 mayo 2008

EDITORIAL

Entrevistado Julio Cortázar en Nicaragua sobre las revoluciones Sandinistas que se dieron en 1979 y sobre el estado del país en general, éste responde, recogiendo el cigarrillo entre sus enormes manos: “pienso que la solidaridad y todo lo que se pueda hacer por el pueblo nicaragüense es cada día más urgente. Desde luego yo en persona no es mucho lo que puedo hacer pero de todas maneras tengo una máquina de escribir y de allí van saliendo mis impresiones sobre Nicaragua que se difunden y que desde allí sí pueden servir para esclarecer algunas cosas”. Este tema, el del papel del escritor frente al acontecer político de su país y del mundo entero, ha sido recurrido por una inmensidad de estudios tanto sociales, políticos o filológicos de profunda claridad intelectual.
---- Visto en su justa dimensión, el acto literario tiene la extrañísima cualidad de que se puede amalgamar a todos los ámbitos, absolutamente todos los ámbitos sociales. Desde la literatura se crea, se inventa, se reproduce, se habla sobre justicias e injusticias, drogas y males sociales, gobiernos, eutanasias, deportes, hadas y en la suma de todos estos elementos, lo que queda claro es que el autor pretende libertades que no a todos son propias; la principal: la de exponer por medio de las letras su muy individual punto de vista.
----Más allá de si el escritor tiene o no el compromiso de denunciar y participar (y digo esto porque TODOS tenemos esa responsabilidad) es un hecho de que aquel que hace uso o abuso de las letras con seriedad debe procurar que lo que su texto relata pueda concertar –por lo menos para él mismo– sus raíces en hechos comprobables, incluso aquellos que partan de la creación artística, de la subjetividad ilimitada, o del vox populi. Es decir, que quien se participa de este festín de las letras, lo debe hacer con limpieza, con trabajo, con dedicación y con sumo cuidado en materia de respaldar lo que se escribe.
----Los escritores que hacemos uso de esta afilada herramienta, al delatar a través de la literatura entramos en un marco histórico y social nutridísimo en el que nadie vale más que nadie y que desgraciadamente, a más de informar y difundir, es poco lo que puede modificar (aunque esto poco cuando se logra es bastante significativo). El mismo Cortázar supo que a pesar de todos los textos escritos en contra de la dictadura de Somosa por los principales intelectuales del mundo, no fue sino la fuerza armada de los campesinos y de todos los estratos del pueblo lo que logró derrocar al tirano nicaragüense. Sin embargo, los textos de todos esos grandes escritores permanecen como vestigio de un momento en específico de la historia del hombre y sus tropiezos.
Por todo esto, aunque tengamos la certeza de que no podemos hacer gran cosa, nos unimos a la indignación general que siente el pueblo jalisciense y escribimos al respecto. Yo por mi parte, ya me encuentro armando un cuento breve sobre un rey que mientras en las garras del alcohol, sosteniendo delicadamente una pieza de papel entre sus dedos y con el beneplácito del cardenal en turno, le pide amablemente a sus gobernados que vayan a chingar a sus madres.
----Bienvenidos a Meretrices en su edición número 16.

El Mensajero Del Sol


Muchas historias, leyendas o mitos se han suscitado con respecto a los rituales que los antiguos habitantes hacían como prueba de fidelidad a sus diferentes deidades. Si bien es cierto, como en todas las religiones se dice que se debe de temer a algo, con las antiguas civilizaciones no podía ser la excepción.
----El llamado calendario Azteca era la imagen del Sol. Existía una orden religiosa, la de los Caballeros del Sol, que tenían la encomienda de guardar la imagen y de consagrarse a su servicio. Estos caballeros solemnizaban dos fiestas principales al iluminar el sol relacionadas con sus posiciones en la esfera celeste: equinoccios y solsticios.
----La primera era la más solemne. Cuando el astro estaba cerca del zenit, tocaban los sacerdotes los caracoles y las bocinas (cuernos de búfalos), a cuyo sonido acudía todo el pueblo en multitud.
----Entonces lo más granado de la nobleza aparecía formando acompañamiento a un prisionero que venía marchando por delante. Le habían pintado las piernas con rayas blancas, y la mitad de la cara colorada. En la cabeza llevaba un plumaje blanco, en una mano un báculo muy galano con plumas y en la otra un escudo con cinco copos de algodón. Llegados todos al pie de la escalera del templo y entregándole un bulto con regalos para el sol, un sacerdote le decía en voz alta y ceremoniosa:
---- “–¡Escúchame, mensajero! Irás con nuestro dios el Sol para llevarle nuestras salutaciones. Le dirás que los caballeros del Sol, así como sus demás hijos, le suplican se acuerde de ellos, y desde su reino los colme de mercedes. Así mismo le rogarás de nuestra parte, acepte bondadosamente el humilde obsequio que contigo le enviamos, lo mismo que este báculo galano para que se apoye en él cuando camine y este escudo para que se defienda cuando pelee.
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----El mensajero escuchaba con atención el recado y respondía que lo cumpliría gustoso.
----Y luego con su bulto a cuestas, empezaba a subir por las gradas del templo muy poco a poco, deteniéndose un buen rato en cada una, haciendo así muy larga la subida. Dicen que de este modo iba remedando el ascenso del Sol desde el oriente hasta el zenit.
----Por fin, llegaba a la plazoleta superior en donde estaba colocada, en una plataforma, la piedra consagrada al astro. Cuatro escaleras daban acceso a ella. Había, además, un altar en que se miraba la imagen del Sol.
----El mensajero subía y se ponía en pie sobre la piedra, que estaba horizontal. Y dirigiéndose unas veces a la imagen y otras al verdadero Sol que brillaba en la mitad del cielo, exponía su mensaje en alta voz para ser oído de todos. Y cuando acababa de decir: “Tomad este báculo para cuando caminéis y este escudo para que os defendáis”, subían a la plataforma cuatro sacerdotes, le quitaban el báculo y el escudo, así como el bulto de los regalos, y lo tendían de espaldas sobre la misma piedra. Subía luego un quinto sacerdote con un cuchillo de pedernal en la mano y lo degollaba diciendo: “Ve hijo mío, a llevar nuestro mensaje al Sol”.
----La sangre de la infeliz víctima escurría hacia la imagen del Sol, como una ofrenda. Acabada de salir la sangre, el mismo sacerdote le abría el pecho y le sacaba el corazón, el cual, con la mano alta, presentaba reverentemente al dios luminoso.
----Aquel horrible sacrificio terminaba al medio día, cuando el astro estaba en el centro de la bóveda celeste. Los sacerdotes volvían a tocar sus caracoles en señal de haber terminado la ceremonia, y se retiraba la multitud.


Ixtlayolotzin

Elegía Paciana
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Octavio Paz murió el 19 de Abril de hace ya diez años. Su muerte se llevó al poeta más grande de México, único premio Nobel de la historia de la literatura del país y ensayista universal con un intelecto comparado al de los próceres de todo el mundo. Hablar de la importancia que tuvo su aportación a la literatura y a la poesía en particular tomaría tomos y tomos de subjetividad casi apremiante. Por su relevancia poética y por razones de espacio entraremos de lleno a estos poemas que por lo vasta de la producción de Paz me tomé la libertad de escoger a capricho de las distintas etapas del poeta mexicano.



Cuarto de Hotel




I
A la luz cenicienta del recuerdo

que quiere redimir lo ya vivido
arde el ayer fantasma. ¿Yo soy ese
que baila al pie del árbol y delira
con nubes que son cuerpos que son olas,
con cuerpos que son nubes que son playas?
¿Soy el que toca el agua y canta el agua,
la nube y vuela, el árbol y echa hojas,
un cuerpo y se despierta y le contesta?
Arde el tiempo fantasma:
arde el ayer, el hoy se quema y el mañana.
Todo lo que soñé dura un minuto
y es un minuto todo lo vivido.
Pero no importan siglos o minutos:
también el tiempo de la estrella es tiempo,
gota de sangre o fuego: parpadeo.

II

Roza mi frente con sus manos frías
el río del pasado y sus memorias
huyen bajo mis párpados de piedra.
No se detiene nunca su carrera
y yo, desde mí mismo, lo despido.
¿Huye de mí el pasado?
¿Huyo con él y aquel que lo despide
es una sombra que me finge, hueca?
Quizá no es él quien huye: yo me alejo
y él no me sigue, ajeno, consumado.
Aquel que fui se queda en la ribera.
No me recuerda nunca ni me busca,
no me contempla ni despide:
contempla, busca a otro fugitivo.
Pero tampoco el otro lo recuerda.

III

No hay antes ni después. ¿Lo que viví
lo estoy viviendo todavía?
¡Lo que viví! ¿Fui acaso? Todo fluye:
lo que viví lo estoy muriendo todavía.
No tiene fin el tiempo: finge labios,
minutos, muerte, cielos, finge infiernos,
puertas que dan a nada y nadie cruza.
No hay fin, ni paraíso, ni domingo.
No nos espera Dios al fin de semana.
Duerme, no lo despiertan nuestros gritos.
Sólo el silencio lo despierta.
Cuando se calle todo y ya no canten
la sangre, los relojes, las estrellas,
Dios abrirá los ojosy al reino de su nada volveremos.

Raíz del Hombre II

Ardan todas las voces
y quémense los labios;
y en la más alta florque
de la noche detenida.

Nadie sabe tu nombre ya;
en tu secreta fuerza influyen
la madurez dorada de la estrella
y la noche suspensa,
inmóvil océano.

Amante, todo calla
bajo la voz ardiente de tu nombre.
Amante, todo calla. Tú, sin nombre,
en la noche desnuda de palabras.

Hermandad
Homenaje a Claudio Ptolomeo

Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.

Aspiración

1
Sombras del día blanco

contra mis ojos. Yo no veo
nada sino lo blanco:
la hora en blanco, el alma
desatada del ansia y de la hora.

Blancura de aguas muertas,
hora blanca, ceguera de los ojos abiertos.
Frota tu pedernal, arde, memoria,
contra la hora y su resaca.
Memoria, llama nadadora.

2
Desatado del cuerpo, desatado

del ansia, vuelvo al ansia, vuelvo
a la memoria de tu cuerpo. Vuelvo.
Y arde tu cuerpo en mi memoria,
arde en tu cuerpo mi memoria.

Cuerpo de un Dios que fue cuerpo abrasado,
Dios que fue cuerpo y fue cuerpo endiosado
y es hoy tan sólo la memoria
de un cuerpo desatado de otro cuerpo:
tu cuerpo es la memoria de mis huesos.

3
Sombra del sol Solombra segadora

ciega mis manantiales trasojados
el nudo desanuda siega el ansia
apaga el ánima desanimada.

Mas la memoria desmembrada nada
desde los nacederos de su nada
los manantiales de su nacimiento
nada contra corriente y mandamiento
nada contra la nada ------------Ardor del agual
en agua de fuego fosforece el agua
Pentecostés palabra sin palabras

Sentido sin sentido no pensado
pensar que transfigura la memoria
El resto es un manojo de centellas

Javier Manuel Urrieta

Triunfos Perdidos

He estado pensando que en este mes de mayo, mes que se les festeja a las madres, les hablaré de la mujer que me trajo a la vida. Después de pensar y pensar sobre qué parte de la vida de mi madre iba a ser el tema de este artículo, me di cuenta que aunque fue una buena y cariñosa madre, una formidable esposa para mi papá, una artista plástica muy talentosa, una jinete muy buena, una escritora inédita excelente y una abuela que ama a sus tres nietos tanto como a sus tres hijos; ella hizo una cosa en su vida que se le debería de aplaudir: un día compró una yegua y decidió que quería compartirla con alguien. Escogió a los niños con capacidades distintas, se informó sobre la equino-terapia que en ese entonces no existía en nuestro país, y con ayuda de su servidora, consiguió más caballos, caballos inservibles, retirados o con deformidades en las patas y poco a poco las terapias comenzaron. Junto con cada esfuerzo que se lograba, también le acompañaban, los prejuicios, las críticas y los abusos de los demás. Aún así la equino-terapia seguía, gracias a la testarudez de una mujer que creía en lo que estaba haciendo…
----Proyectos fueron presentados al gobierno y también fueron rechazados. Pero los resultados se veían a simple vista. Cada pequeño que adquiría equilibrio, el habla, la comunicación, la aceptación, fue para nosotras un triunfo. Cada sonrisa, cada pequeño milagro que se nos iba revelando a cada paso de los caballos que encontraron amor y la habilidad de recuperar su utilidad de nuevo. Pero la energía se nos escapaba poco a poco, el dinero se agotaba y las donaciones no eran suficientes para lograr el proyecto. Luego de nuevo otra piedra en el camino, nos quitaban los caballos, algunos se morían, otros nacían. Y nosotras seguimos con el esfuerzo.
----Mi madre trató de llevar el centro de equino-terapia a la ciudad de México convencida de que nadie es profeta en su tierra. Más caballos llegaron, encontraron un oficio, Guadalajara nos había perdido. Pero los buitres eran peores en el D.F. Un dueño de un hípico le brindó ayuda pero con el objetivo de robarle a su yegua, las autoridades no le ayudaron a recuperarla: se vendieron. Jaime Hernández, se quedó con Farina (así se llamaba la yegua) y esto le rompió el corazón a mi mamá que la amaba por ser su primera yegua y porque despertó en ella el deseo de compartir y de ayudar.
----En la primera convención de animales ayudando a los humanos que presentó una compañía de alimentos balanceados en México, mi madre le mandó un mensaje al presidente Zedillo. Éste decía: AYUDANOS A AYUDAR. Y él ayudó. De pronto los discapacitados salieron del closet, más y más centros de rehabilitación física fueron creados, el gobierno dedicaba edificios y atención médica a esta numerosa población. Pero mi madre cayó en el olvido, yo seguí con mi vida. Un día hablamos sobre esto ella y yo, decidimos que ellos ya no nos necesitaban a nosotras. Fuimos una vez más atacadas cuando tratamos de ayudar por medio de la rehabilitación a caballo en Mazamiltla por parte del gobierno esta vez. Esa fue la gotita que derramó el vaso. Caímos en la misma actitud que muchas personas que deseamos mejorar el mundo para los demás. Bajamos la mirada, dejamos de luchar, los golpes ya se apreciaban, nos juzgaban de locas por querer ayudar altruistamente. Todos vieron en nuestro esfuerzo un excelente negocio. ¿Quién no pagaría una fortuna por ver a sus hijos rehabilitarse?
----Repudio a las personas que han convertido algo que nació para el bien de muchos en un negocio. Repudio al gobierno que rechazo la oportunidad de ayudar a miles porque simplemente no veían más allá de sus narices. Sin beneficio para los interesados, los burócratas, los políticos ¿para qué ayudar al pueblo?
----Mi mamá fue junto conmigo victima de la apatía. Sé de muchas personas que han pasado por lo mismo, personas con visión, personas con energía que desean utilizar para cambiar el mundo, pero que se topan con una enorme pared; un muro que está construido con el poder de unos cuantos: estas personas que si no ven carne en su hueso, no apoyan a estas ideas. También de carroñeros que se aprovechan de las buenas intenciones y las buenas ideas, y las convierten el cuestión de pesos y centavos. El altruismo, las ganas de ayudar, la empatía, la solidaridad, dependen de personas como mi madre. Pero si realmente queremos cambiar al mundo… ¿Cómo? ¿Cómo hacer que estas personas, estas piedras en el camino, acepten las nuevas ideas? ¿Cómo hacer que dejen hacer sus proyectos y los apoyen? Los revolucionarios no deberían tener que tomar las armas para poder cambiar al mundo. Es la apatía, la ignorancia y el hambre de poder ese muro con el que todos nos topamos, si queremos cambiar el mundo tenemos que buscar la forma de derribarlo.
----Si eres uno de los que prefieren interrumpir y bloquear a las personas que tienen ideas para mejorar el mundo, piensa en todo lo que se va a perder por tu causa. Si eres un revolucionario, y aún estás luchando por conseguir el cambio, no pierdas las esperanzas, siempre lo lamentarás. Si ya renunciaste a tus sueños, y crees que tu energía se ha agotado, como mi madre y, debo admitir, como yo, busca la forma de apoyar a aquellos que aún luchan, aunque su proyecto no sea el mismo que el tuyo. Pero si te unes a alguien que aún lucha, sentirás que todavía estás luchando tú. Y eso es ayudar a cambiar lo malo que abunda en este mundo. No dejes de soñar, de aspirar, de desear, de anhelar un mundo mejor.
----No permitas que les roben sus triunfos a otros, o que de plano se pierdan en el olvido. ¡ÁNIMO!…
Paloma Arau

14 mayo 2008

Para no volver


Que increíblemente absurdo es tener la cabeza llena de ideas y no lograr plasmar una sola. Qué golpe de espada envenenada es no poder escribir un sentimiento del corazón.
----A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre ha buscado la manera de ir plasmando su historia, dejar huella del tiempo que ha vivido, lo que sus ojos han visto y las apreciaciones de esa realidad que vislumbraron. Nos comparte el espacio habitado por sus dudas y sus miedos. Nosotros ahora intentamos hacer lo mismo: vamos forjando momentos que estuvieron, quizá solo fueron instantes que deseamos que estuvieran, o aquellos que van a estar y nunca pensamos que existieran.
----El arte, la poesía nos ayuda a capturar el instante como en una fotografía: detener el tiempo, conservarlo a pesar de la circunstancia, a pesar de que corre y jamás se detiene, mucho menos regresa. A través de escritores como Apollinaire, Schwob, Rilke, E.E. Cummings al leerlos conocemos un poco de nosotros mismos, ellos han descubierto lo que se esconde debajo de nuestros caparazones (caparazón y corazón riman ¿tendrán algo en común?), ellos desenmascararon la necesidad que nos embarga. Sí, me refiero a ese retorno al que se anhela recuperar, donde la infancia era el instante mismo de pureza.
----Teníamos un nido, el refugio del mundo exterior, nuestro primer paraíso alejados de todo aquello lastimero, de la muerte y el desamor, la soledad, el hastío de la vida cotidiana donde todo muere con cada segundo que pasa. Pero teníamos que ser paridos a la vida experimental, sentir cómo se amordaza al corazón con un reproche y cómo se muere nuestro interior cada vez que el tiempo no retorna, hemos decidido erróneamente vivir en el pasado.
---- ¿Que para qué escribo todo esto? Simple: yo como ellos tengo la necesidad de escupir la reuma acumulada en el corazón después de tantos años. Hay espacios en este plano que son incomprensibles, si hablamos de geografía, de ecosistemas, si fuéramos especialistas de la tierra que caminamos…
----Pero busquemos adentro, vivamos el espacio interno en nosotros mismo. Rilke habla de la muerte en una segunda venida. Pero al no poseer la conciencia de saber quiénes fuimos ¿qué caso tendría? Perderíamos aquello por lo que regresamos.
----Marcel Schwob es partidario de la visión de la vida y muerte como un ciclo, el amor mismo es mortal y para retenerlo más con nosotros es mejor alargar ese adiós que nos separa, sin embargo es lo único que nos unirá al final.
----Quiero decir que la vida, el amor y la muerte, son cadenas que nos van uniendo a vivos y muertos, a los que amamos y aquellos que se niegan el amor. Como Cummings que no tiene el amor en un abrazo, pero lo vive para sus adentros, lo comparte en su poesía, lo envidia a través del espejo donde una parte suya lo posee sintiéndolo perfecto.
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----Qué capricho es el de ir guardando miguitas de recuerdos en un baúl que pareciera tener por nombre “tortura”. Recortes del tiempo que nos hacen presenciar el pasado o quizá suponer un futuro, ambos impedimentos para disfrutar el presente que va muriendo convirtiéndose en el ayer, aproximándose al mañana. ¡Qué tontos sin vivir nuestro hoy! Lo único que tenemos, más tontos al creer que el tiempo puede encapsularse.
----Pero qué hermoso volver a las calles de la infancia, pisar las mismas piedras por las que alguna vez corrieron nuestros pies descalzos de niño. Este es Apollinaire, el que es capaz de reconocer el mismo camino sabiéndose un hombre distinto, cambiado por su propias decisiones, al enfrentar a su propios demonios, al buscar para sus adentros aquél que fue y descubrir que se ha convertido en otro, que este otro no es más que él mismo como un experimento del tiempo.
----El tiempo es infinito, es un universo que escapa de nosotros, nos controla mientras nosotros pensamos que le hemos ganado al consérvalo en los relojes. Pero ¡qué ingenuos!, sólo viajan en la eternidad los ángeles y demonios que nos vigilan, sólo ellos han logrado descifrarlo. Nosotros como ya lo dijo Cummings somos:

“y ahora tu eres y yo soy ahora y nosotros somos
un misterio que no volverá a ocurrir jamás”

----Si no hay un riesgo, si no soñamos con que cerrando los ojos y abriendo los brazos, tendremos la posesión del ser amado, del tiempo amado, del niño que se ha dormido en lo interno de nuestro cuerpo, si no apostamos por revivir el paraíso de ser fetos: ¿Qué nos mantendría vivos mientras llega la muerte?
----Deberíamos ser como el fuego, transformar el mundo que nos circunda, entregar el alma, olvidar sólo para poder continuar sin anclas que nos aprisionen a un tiempo que estoy segura no volverá.

Sihara Nuño

Yaarmí

Cuando yo era un adolescente me gustaba ir por las tardes, después de salir de la escuela, a tirarles piedras a los árboles cargados de mangos. Para hartarme literalmente, de mangos verdes.
----En una ocasión Pepe y Manuel, mis compañeros –compañeros de averías, decía mi mamá– se regresaron antes que yo a sus casas y me quedé solo un rato más, tirando con mi resortera a las sartas de mangos. Me metí tras unos arbustos para recoger algunos que habían caído por ahí. De pronto descubrí una pequeña caja de metal escondida entre la hojarasca; al observarla me di cuenta que no tenía cerradura alguna. Quise abrirla en ese momento pero me decidí a llevarla a mi casa puesto que en la privacidad de mi cuarto podría sacar y revisar con detenimiento el pequeño tesoro, que según yo, la cajita llevaba dentro.
----Sin pensarlo otra vez y olvidándome de los mangos tomé el camino a casa con prisa. Avisé a mi madre de mi llegada y me metí en mi cuarto. Ya dentro de mi cuarto me di a la tarea de abrirla con cautela y no menos curiosidad, esperando encontrar joyas o algunas monedas antiguas: el tesoro. Dentro de la caja solamente había unas hojas de papel las cuales empecé a leer de inmediato.
----Al terminar mi lectura los hechos ahí descritos me dejaron una pequeña duda acerca de la existencia de los seres de luz, de los seres incorpóreos que habitan entre el viento y el cielo: los Ángeles. Ahora quiero compartir con ustedes la carta que encontré.
----Dice así:
---- Queridos Eva, Jorge, Mauricio y Gabriela:
Lo que les contaré en seguida es parte importante de mi ausencia. Por la manera en que sucedieron las cosas, por de más extrañas, no encuentro las palabras precisas. Lo que aquí relato es lo más cierto que mi capacidad de entendimiento me permite describir.
----Recuerdo aquella tarde de verano en el mes de junio apenas terminada la tormenta, cuando los pájaros vuelven a cantar en los árboles del patio y el sol todavía sale un rato a calentar antes del atardecer. Esa tarde regresé a casa un poco antes de lo habitual, pues por unos asuntos que tenía pendientes no podía encontrar sosiego.
Todo parecía normal. La puerta de madera de la entrada, como siempre, no cedía al querer abrirla con mi gastada llave e igual que otras veces pensé que al día siguiente iba a tomarme un poco de tiempo para repararla. Al fin se abrió con el rechinido de las viejas bisagras oxidadas. La cerré tras de mí pero sin poner la llave, pues ustedes no tardarían en llegar.
----Atravesé el patio, bajo el mango grande que todavía dejaba caer pequeñas gotas con cada ola de viento que lo movía. Los pajarillos vespertinos: tordos, saltaparedes, y agraristas comenzaban a cantar en el mango, en el guayabo y en los granados húmedos. Fue en ese momento, cuando por mera inercia, ante la cantidad de trinos voltee hacia arriba a las ramas quietas del gran árbol del centro y vi una silueta demasiado grande para ser un tordo, incluso un tikús, más bien era una figura humana que se movió rápidamente para ocultarse de mi vista; pasando de una rama a otra.
----Iba desnudo y era de un color blanco azulado, un color extraño que nunca había visto antes y sus ojos, sus ojos eran penetrantemente magenta. Fue lo que alcancé a retener en mi memoria de ese instante en que se ocultó de mi vista.
No le tomé mucha importancia y fui a la cocina a tomar un vaso de agua para dar inicio a mis pendientes. Al pasar otra vez bajo el árbol, volví la vista de nuevo escudriñando entre el follaje, pero no vi nada.
----Días después me encontraba en el taller de la casa reparando al fin esa vieja cerradura de la puerta de entrada cuando me di cuenta de la falta de un desarmador, pensé que Jorge lo había tomado para reparar su radio y fui a buscarlo a su cuarto.
Estaba solo. Ustedes se habían ido con su abuela a San José.
----Salí del taller y al observar por el pasillo el tronco del mango, volvía ver la figura que se metía el cuarto de la televisión. Como el tronco es un obstáculo visual desde el pasillo, fueron otra vez instantes lo que alcancé a verlo. Tomé un fierro para errar que usamos como candelabro en el pasillo y me dirigí rápidamente hacia donde se había ocultado la figura, ya que como la puerta principal estaba sin cerradura pensé que tal vez un intruso trataba de esconderse.
----Entré sigilosamente y en guardia con mi improvisada arma, busqué tras las cortinas moviéndolas rápidamente con mi mano izquierda, mientras que con la derecha levantaba el fierro dispuesto a dar el golpe. Nada. Busqué tras los sillones y tras la puerta, no encontré nada ni a nadie. Solamente un extraño olor se percibía en el ambiente de ese cuarto cerrado sin ventanas, un dulce olor a leche y lavanda. Un estremecimiento me invadió de repente.
----Regresé al taller tratando de olvidar la imagen y el peculiar olor pero ya no pude concentrarme y tuve que colocar, como pueden ver, la cerradura sin reparar otra vez. Salí a caminar y a tomar aire fresco o tal vez a esperar que ustedes regresaran.
----Pasaron cinco semanas sin que nada raro ocurriera. Hasta esa mañana que desperté con una extraña sensación de duda y un nombre insistentemente grabado en mi cabeza: Yaarmí. Por lo recurrente del pensamiento decidí escribirlo en mi cuaderno de apuntes por la tarde. De cualquier manera ya no lo olvidé.
----Era septiembre y las lluvias ya se retiraban poco a poco; tenía una semana que no llovía. Esa madrugada ustedes aún no despertaban, apenas el cielo se pintaba de rojo y tenía que encender los focos para guiarme dentro de la casa. Cuando al doblar el pasillo para ir al taller lo alcancé a ver de nuevo, pero en esta ocasión no sé por qué le llamé, fue un acto de instinto y le nombré fuertemente: ¡Yaarmí!
----Volteó el rostro hacia mí, me miró unos instantes con esa mirada profundamente magenta y esbozó una leve sonrisa. Era alto, como de dos metros de estatura y de un color levemente azulado pero no lo suficiente para brillar en la penumbra. En lugar de provocarme temor, como en un principio esperé, su sonrisa me transmitió una sensación de paz como si fuera un pluma flotando en la brisa de la tarde. En seguida se metió al taller y de nuevo dejó tras de sí un olor en el ambiente: a leche y lavanda.
----La siguiente y última vez que lo vi fue hoy por la mañana al levantarme y dirigirme a la cocina para prepararme un poco de café. La puerta de la entrada estaba, fuera de lo común, entreabierta. Me dirigí a cerrarla, cuando al avanzar solamente un par de pasos Yaarmí se asomó de la calle, sonrió y con un movimiento de su cabeza me indicó que lo siguiera.
----Es por todo esto que el día de ayer me encontraron distraído y meditabundo. Quiero pedirles perdón si hago o hice mal, pero es una fuerte necesidad la que me obliga a atravesar la vieja puerta de madera con su cerradura inservible para (yo no lo sé) regresar mañana o ya nunca hacerlo. Sólo sé que en todo el camino que tenga que recorrer me acompañará la figura de Yaarmí.
----Mi corazón y mi buena voluntad es de ustedes.
----Papá Jorge.”
----Yo no sé cuando ocurrió esta historia. No sé si fue hace cinco años o sólo hace unos meses o puede ser que hace setenta años. Sólo sé que tenía que contarlo para encontrar un poco de paz en mi corazón.
----Me siento mejor.
Beto Muñoz
*
F.H.
-
Recorrer el mundo en camión. La vida misma se tira en el estómago urbano y a veces las historias humanas salpican como dardos punzantes.
----Leí en una revista un suceso narrado por Martín Luther King sobre la Señora Rosa Parks y la discriminación racial. De cómo desobedeció las reglas urbanas y sociales estipuladas por los blancos. Que por no atender la orden del conductor, de dejar libre el asiento destinado a los blancos, fue encarcelada.
----Desde que leí esa historia al treparme al minibús siento la actitud mecánica del chofer. Los pasajeros: en verdad mueren en el transcurso de su viaje. Y miro la galería de monos con quien comparto ese momento funesto. En estos últimos días mi cpu ya no retrata, a través de los cristales, los segmentos urbanos que me permitían observar como flashazos en sus paradas continuas. Ahora me atrapa el olor a manzanilla que transpira una flor diurna, que oculta su mirada tras unas gafas negras. Su cuerpo irradia una luz que la corona. El conductor la mira siempre por el retrovisor. Pienso en la Señora Parks: costurera, atractiva, negra, valiente. ¿Cómo expresar el valor y el coraje de su piel, y a la vez el dolor y el sufrimiento de la discriminación? ¿Su voluntad y decisión? ¿Cómo interpretar su desarticulación mental y no perder la cordura, su lucidez para mandar a la mierda la estructura de poder anquilosada en su pensamiento y su genética?
----El camión ruge entre las vísceras de la ciudad. Me acercó al espécimen. Puedo creer lo que veo: su metamorfosis. Se ha implantado una piel nueva y una cabellera rubia. Es tierna por dentro y tripea su belleza. Pero ante mi presencia irriga veneno como defensa, ¿Dónde compra esa fragancia? Me muestra sus colmillos como una rata y emite un sonido grotesco, tiene miedo, saca sus pezuñas. ¿Dónde radica su enfado, su alerta? Está propensa a ser atacada y sus antenas se erizan. Es amorfa, pero desprende sentimientos incrustados a control remoto. Ya no pienso en Rosa Parks, sería inútil demostrar que su ira radicaba en sus ansias de libertad y de ser respetada como un ser humano. Que esa actitud de valentía era el espíritu de las generaciones de hombres y mujeres negros que estaban por nacer en una prisión enorme sólo para servirles a los blancos. Ahora pienso en esa masa amorfa que viaja en el camión y que está dispuesta a matarme si me acerco más. Estoy encantado con el personaje, incluso lo puedo recrear o mantenerlo en ese estado metamórfico zoourbano.
----Me intriga saber si tiene algún nombre o sólo se comunica por celular. Hasta hoy, creo que nuestra relación ha avanzado. Siempre me bajo antes que ella, y al final del viaje le lanzo la última mirada, en esta ocasión se abrió una sonrisa, como flor de papel, de la mascarita que pende amarrada a su pubis.
----Ya no lo pienso, definitivamente, hubiera sido más interesante encontrarme con la Señora Parks el día que reventó la conciencia de la raza negra.
Sergio Fong

Quiero contarte…


Quiero contarte, sobre cómo nos fuimos quedando acá en
tu ausencia,
el tiempo pasó y no alcanzó para agradecer las
enseñanzas que me diste sin decir,
en el silencio de la reflexión.

Me hablaron de ti cuando ibas acariciando el sueño
americano, desafiando familia, hijos, entorno. Ahí
aprendí a guiarme por mis instintos. Tus cartas llegaban
invadiendo de alegría los ojos de mamá. Las leía despacio
como queriendo encontrarte en cada letra, buscándote en
cada palabra, sabíamos de duros trabajos, de familiares
abusivos y tus amistades en el job.

Fuiste con ellos sí y los conociste entonces desde dentro.
Te ayudó ser como eras, defendiste tu origen ante la
pregunta inquisitoria del border patrol, Américan?,
No Mécsican, respondiste dos o tres veces ante el
desconcierto del vigilante gringo.

Tu regreso significó alegrías duraderas en viajes de risas
y tardes de lotería porque entonces nos reencontramos
con la felicidad que a nosotros se acercaba y la hacíamos
nuestra en la sencillez del rancho en la ciudad.

Extraño también tus alteñas palabras, las leyendas y mitos
cargados de sabiduría, entonces supe de serpientes
traicioneras que asaltaban pechos amamantadores y
dejaban rojos lunares en la boca de los escuíncles
descuidados por mamás dormidas.

Mitos de cristeros, haciendas perdidas en nombre de
¡Viva Cristo Rey!, convertidas luego en chozas de
pobreza, campos sembrados y en el cielo siempre ajena,
la luna rechoncha, presagio de regeneraciones.

Ahora aquello es abandono, soledad, porque en La
Capilla de Milpillas City, los hombres se van puro Norti,
y se subliman en pintores que regresan para buscar dónde
mojar su brocha, decías,
dejando desolado el pueblo y a las mujeres en espera del
amor que nunca regresa.

Añoro tu presencia como llama del hogar, fuego de
Prometeo, brasa alegre que perdura a través de tus
enseñanzas, plantas, pájaros y limpieza.

Todo se ha vuelto recuerdo, tu risa, tus regaños, en
tiempos que fueron buenos y santos, con tu cobija
portadora del amor maternal para todos los tuyos.
Te extraño.

Rosario Orozco

*

El Pretendiente

Navegué toda la noche
el laberinto de las calles
me escapé de tantos desfiguros
esperpentos soñados

de meretrices letras que, cobran cada beso

Deambulé por las calles: graffiteando
alas de mariposas...escaparates de arte
removí las imágenes de los muchachos pinta-paredes:
borré las historias de mi ciudad

Tomé tequila y anduve de circo en circo
habitando esa intemperie...labrándome mi corona
caminando junto a otros payasos y bailarines callejeros
que se pintan la cara, como mujeres para divertir gente

que desafían la noche comiendo lumbre
Allí donde se juntan muchas equinas...bajo la lluvia
intermitente...

Gabriel Mariscal

*

Paraíso Celular

Cuando muera, yo no iré al cielo.
Sí, el cielo, un lugar llamado paraíso.
Seguro que haré la tierra otra vez.
Sabes, ese planeta donde tú y yo vivimos.

Yo he hecho este mundo más de una vez.
Estoy condenado a volver aquí hasta que lo haga bien.
Entonces, la próxima vez que yo expire
Volveré como celular de una chica Mexicana.

Voy a viajar en su bolsillo trasero, apretado y cálido.
O abrochado al frente de sus 'jeans' de corte bajo.
Ella me dará unos finos tonos musicales
Ella recargará mi batería cada noche.

Ella me besará y me manejará suavemente
con sus dedos delgados y uñas y pintadas.
Mi chica me hablará con dulzura y gentileza.
Y entonces dirá "yo te quiero."

Quién sabe, tal vez yo tomaré su foto.
Y mensajes a su correo.
Viviré mi vida celular
y seré muy gentil.

Tal vez moriré e iré al cielo,
antes de que ella tenga
treinta años de edad.
M. Mercer